Lo único peor que un salario bajo, es no tener un salario.
Pablo
McKinney
A las aspiraciones de aumento
salarial de los servidores públicos es difícil oponerse. Y es que, salvo los de
la parte alta de la pirámide salarial, los sueldos del Estado son bajos, a
veces muy bajos.
Sin embargo, a partir de las malas
señales y peores indicadores de la economía local y mundial, bien haría el
santo gobierno en andar con pasos de plomo en ese sentido. El tema es delicado,
humano, político, electoral, de clientelismo y también de gobernabilidad. Y me
explico.
De aproximadamente 440 mil
ciudadanos que reciben un salario del Estado, menos de la mitad (220 mil)
trabaja para ganarlo; la otra mitad asiste pero no trabaja, o como Bernard Shaw
y la escuela... van pero nunca entran, o trabajan pero no para quien deberían
trabajar.
De los 220 mil que bien o mal
realizan su trabajo, por lo menos una tercera parte, por su incompetencia o
falta de preparación para desempeñar las funciones de su puesto, son más una molestia
que una ayuda, y serían más útiles aportando su ausencia. Dicen los expertos,
que si en el país se eliminara uno de cada dos empleos del Estado, al contrario
de lo que pueda pensarse, el Estado funcionaría mejor.
¿Quiere esto decir que con un
decreto, puede el gobierno sacar de la nómina pública a 220 mil señores?
¡Detente ahí, animal feroz! Además del drama social, humano y delictivo que
esto representaría, es imposible pretender que un gobierno cuyo partido debe ir
a elecciones en dos años y algo, se haga tal harakiri. Doscientos 20 mil
señores -con sus tres dependientes- pueden decidir unas elecciones.
Sigamos hablando claro: Repartido
entre el clientelismo partidario, (fundamentalmente), más el periodístico y el
“societal civilesco”, esos 220 mil cheques mensuales son de alguna manera un
welfare nacional mal repartido y peor distribuido sí, pero son el welfare
nacional.
La partidocracia y sus partiduchos
de compra y venta no son Sor Juana Inés de la Cruz, es cierto, pero las otras
comarcas, las de las élites empresariales, periodísticas y “social civilescas”
tampoco son San Martín de Porres, que somos pendejos, con Club y todo, pero no
tanto. Lo que ocurres es el análisis ético de esta sociedad, políticos, periodistas
e intelectuales lo hacemos a partir de las enseñanzas del Dr. Raymond Pozo, en
su Palacio de TeleMicro, o sea, “a sigún”. Y pongo un ejemplo: En las pasadas
elecciones, preferir a la propuesta del PLD era una inmoralidad, pero apoyar
y/o asesorar al PRD, y su candidato, ex presidente 2000-20004, era salvar la
patria.... (¡No te jode!)
En momentos tan delicados de la economía local y mundial, y ante el
escenario aquí descrito; un escenario que nadie niega y todos en privado
admiten, el gobierno debe pensarse muy bien de qué manera va a aliviar la
situación de los dominicanos y en especial de sus servidores, sin aumentar el
welfare clientelar, y sin poner en peligro la estabilidad macroeconómica, que
es la que sostiene todas las demás, la social y la política. A la estabilidad
macroeconómica, como a ciertos amores, ay, es mejor echarla de más que echarla
de menos. ¿Qué hacer? Tengo una propuesta. De ella hablaremos mañana.
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