Me enteré
recientemente que en círculos de alcurnia de la música clásica no cayó muy bien
que la soprano Nathalie Peña-Comas haya actuado junto al bachatero Raulyn
Rodríguez, a dúo en el tema “Esta noche”. Pese a que ese segmento de la última
edición de los Premios Soberano fue el más valorado y aclamado por el pueblo,
por la crítica especializada, por la encuesta que hizo la Cervecería, los de
sangre azul y “nariz parada” no lo ven así. “Ella se degradó al interpretar esa
música y con ese bachaburro”, me confesó una “sangre azul”. Aunque la bachata
ha trascendido a casi todos los estratos sociales, ciertas ‘castas’ de la
música de los grandes maestros mantie
nen su rechazo, por entender que esa
música es barrial y que “no es música”.
Esos
“sangre azul” se meten en sus cuartos de música, dónde no lo vea nadie, a
escuchar esa misma bachata acompañados con el mejor de los vinos, queso y caviar
y luego algunos la denigran. ¡Que hipocresía! Al igual que el merengue, la
bachata es dominicana, tan dominicana como el cazabe y la hamaca.
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